martes, 30 de noviembre de 2010

Historia de la Parroquia San Felipe Neri

El 9 de julio de 1929, el padre Tomás Bertollotto primer enviado y delegado en la Argentina de la Congregación de los Hijos de Santa María Inmaculada, con sede en Roma, recibió el oratorio festivo San Felipe Neri y celebró su primera Santa Misa en él e inmediatamente convocó al pueblo a través de un volante distribuido casa por casa, vecimo por vecino y de mano en mano "...El encargado del Oratorio con sede en Andalgalá 2284 hace un caluroso llamado a fieles y al vecindario para aunar esfuerzos y llevar adelante una obra que es de gran necesidad. El oratorio es cada día más pequeño, el pueblo necesita instrucción religiosa (...) se precisa ayuda financiera para levantar cuanto antes una iglesia parroquial y un colegio (...) Las autoridades eclesiásticas esperan la cooperación de todos los hermanos para erigir la nueva parroquia que llevará el título de San Felipe Neri (...) se recibirán con agradecimiento las donaciones de valores y del material necesario para la edificación del templo...". Al pie de la hojita se solicitaba la remisión del talón que obraba en ella con los datos del suscriptor, al padre Bertollotto o bien a la casa de la calle Andalgalá 2306, domicilio del presidente de la Asociación San José.
Un vecino del precario oratorio, don Antonio García, sería al principio el encargado de custodiar los materiales y demás elementos para la construcción del templo que se fueron acumulando pero, al tener que cambiar de domicilio, quedó a cargo de esa tarea Mario Reitano. Ambos dejaron sus nombres definitivamente ligados a la historia de la parroquia. Un hijo del señor García, ordenado sacerdote, celebró su primera Misa en el templo cuyos elementos basales su padre había custodiado y su hija, Teresita García de Mennuti, será una de las madrinas de la cripta que se consagrará a la Virgen de Luján; también cumplirá ese mismo rol al ser bendecido el actual templo parroquial.
El 5 de diciembre de ese año el Arzobispo de Buenos Aires, monseñor fray José María Bottaro, nombró al R.P. Tomás Bertollotto "...Vicario Cooperador de San Vicente de Paúl dentro del radio de Juan B. Alberdi, Tellier, Río de la Sangre, Av General Paz lo que constituiría la futura Parroquia San Felipe Neri...". Nótese que se designaba como "Río de la Sangre" a la actual calle Justo Suárez (ex Bilbao). Por ella corría el arroyo Cildañez, hoy entubado, en cuyo curso desagotaban los canales que desde las playas del matadero municipal drenaban la sangre que generaba la matanza de animales. Téngase en cuenta que no se mencionaba a Campana o Quirno Costa (luego Av. del Trabajo, hoy Eva Perón) la que sí aparece en otros documentos eclesiásticos anteriores, lo que en alguna medida evidencia la imprecisión de la zona, motivada por la constante y franca expansión.
Junto con su nombramiento el Padre Bertollotto recibió una providencia dictada por el Vicario General de Buenos Aires, monseñor doctor Santiago L. Copello en la que le comunicaba: "...contéstese que concedemos gustosos a la Congregación de los Hijos de Santa María Inmaculada el usufructo perpetuo del oratorio San Felipe Neri (Andalgalá 2284) y de los terrenos adyacentes de propiedad de este Arzobispado siempre que dicha congregación se comprometa a levantar en dichos terrenos una iglesia parroquial y tome sobre sí el pago de los impuestos...".
(...) Nada distrajo a los Hijos de Santa María inmaculada. En poco tiempo se presentaban ante la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (...) los planos para la construcción del primer templo parroquial.
(...) La planificación incluía una llamada iglesia provisoria de veinte metros por ocho; la sacristía, detrás del altar y separada de por una pared en la que éste se apoyaba, mucho tiempo después se practicaría una abertura con una puerta de madera que comunicará dicho ámbito con el templo; el lugar destinado para el coro, integrado al presbiterio, contapuesto al altar mayor, de madera y heredado del antiguo oratorio.
(...) Finalmente el ingeniero Roque Pellizari, con oficinas en la calle Aráoz 2387, presupuestó y ejecutó la construcción.
(...) El 7 de octubre de 1930 Monseñor Copello resolvió erigir nueve parroquias: entre otras Santa Elena, Nuestra Señora de Luján Castrense, Santa Teresita del Niño Jesús y San Felipe Neri (...).


Falco, Orlando W., "Historia de la Parroquia San Felipe Neri", Buenos Aires, Ediciones El Escriba, 2005.

owfalco@yahoo.com.ar

Enlaces:

www.parroquiasanfelipeneri.org
www.
historiaparroquias.com.ar

sábado, 9 de octubre de 2010

Junta de Estudios Históricos de Mataderos

El 29 de octubre de 1983 se reunieron en el Museo Criollo de los Corrales los señores Ofelio Vecchio, Enrique Talion y Esteban Breglia; los doctores Osvaldo Panelli y José Eduardo Weidmann y los profesores Oscar Haiek y Orlando Falco con el objeto de constituir la Junta de Estudios Históricos de Mataderos. El doctor Eduardo Favier Dubois en su carácter de presidente de la Junta Promotora de Estudios Históricos de los Barrios del Oeste, insistió para que se conformara, tal como había ocurrido en otros barrios de la ciudad de Buenos Aires.
Luego de plantear la conveniencia de fundar una institución dedicada a investigar y difundir la historia barrial, en el caso apuntado ciertamente rica, Ofelio Vecchio, verdadero pionero en esas tareas, logró el compromiso de los nombrados, quienes de acuerdo con los objetivos planteados integraron la primera comisión directiva de la nueva entidad.
En ese primer encuentro se resolvió informar su creación a la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, presidida a la sazón por don Enrique Puccia, actual federación a la que desde entonces permaneció coligada, y a la ya mencionada corporación dedicada a impulsar la indagación del devenir de los enclaves del occidente porteño, encabezada por el doctor Favier Dubois.
Con el transcurso de los años fueron incorporándose otros miembros, como los señores Juan Giusti, Ismael Russo, Sergio Favier, José Vence, las señoras Lidia Martínes de Favier, Josefina Salazar, María C. Gómez y, entre otros, la profesora Beatriz Cirigliano.
La historia del barrio de Mataderos está férreamente unida a la decisión gubernamental de trasladar a ese sector de la ciudad, en el año 1889 un verdadero descampado, el macelo público que funcionaba en el actual Parque de los Patricios, antes "Los Corrales" y después "Los Corrales Viejos". En el 1900, cuando se concretó la mudanza comenzó a poblarse, lentamente pero incesantemente, tan incesante como fue su crecimiento. Ese es el vínculo que relaciona a Mataderos con la tradición, con lo criollo y con todo lo que tiene que ver con la esencia rural, que a pesar del progreso y de la modernización aún hoy se palpa en su vida cotidiana.
La Junta ha llevado a cabo infinidad de actos públicos, académicos o de mera evocación, como así también conferencias y charlas didácticas para estudiantes de todos los niveles. Ha realizado
certámenes y concursos con el firme propósito de la divulgación del pasado histórico mataderense.
Los miembros de la junta han participado, individualmente o en representación de ella, en congresos y en encuentros de historiadores, integran otras instituciones y han publicado libros, artículos y diferentes trabajos. El fallecido Ofelio Vecchio, prolífico escritor, publicó más de treinta títulos: "Mataderos Mi Barrio","Recorriendo Mataderos" o "Historia de la Parroquia San Vicente de Paúl", de la investigación y pluma de Orlando Falco, su actual presidente, han surgido "El Resero, la historia de una estatua", "Historia de la Parroquia San Felipe Neri" y la "Historia de la Comisaría 42ª"; todos volúmenes que relatan el pasado barrial y que sirven de base, propiciando el dinanismo de la historiografía, para nuevas pesquisas.
La Junta de Estudios Históricos de Mataderos funciona en el local del Museo Criollo de los Corrales, Av. de los Corrales 6436.

Contactarse: 4687-1949 - owfalco@yahoo.com.ar

domingo, 27 de junio de 2010

Palenque del Recuerdo





El pasado 19 de junio, víspera del Día de la Bandera, se concretó la postergada celebración que varias instituciones de Mataderos venían preparando con motivo del bicentenario de la Revolución de Mayo. Dentro del adecuado marco otorgado por la fiesta de la enseña nacional se inauguró el “Palenque del Recuerdo”, un viejo anhelo del Museo Criollo de los Corrales y del Centro del Gaucho El Resero, que homenajea a recordados hombres de a caballo fallecidos, todos reseros representativos, algunos inolvidables, que, como dice la placa también descubierta ese día, “partieron con la última tropa”.

Fue un acto verdaderamente emocionante. Durante la Misa de campaña concelebrada por el rector del santuario San Pantaleón y por el párroco de San Felipe Neri, presbíteros Carlos Otero y Rubén Sirera, se rezó por la Patria y por los más de doscientos homenajeados, sus nombres, que fueron pronunciados por los sacerdotes al iniciar la liturgia, quedaron inscriptos en las paredes laterales de una de las columnas de la recova del museo; la misma en cuyo frente se amuró la plaqueta recordativa.

Finalizada la celebración se izó la enseña nacional entonando los presentes la Canción a la Bandera de la ópera "Aurora", cuyos armoniosos acordes, sumados a lo significativo del encuentro, hicieron rodar alguna lágrima por más de un rostro conturbado.
El motivo de la convocatoria fue la importancia que debemos darle a la tradición como fuente de la identidad y fertilizante emocional de nuestras raíces y la evocación de quienes anónimamente o no hicieron lo propio. Entre los nombres se halla el del “Cuñao” Cabañas, un ignoto resero de la estancia “El Juncalito” de los Pereyra Iraola que jamás estuvo en Mataderos, ni siquiera de paso, pero que fue el gaucho que sin saberlo sirvió de modelo a Emilio Sarniguet y su figura quedó plasmada en la emblemática estatua “El Resero”. Seguidamente “El Vasco” Narváez, decano de los reseros en actividad, Fabián Vitale (h) y Nahuel Rossi fueron los encargados de tirar de las cintas con los colores argentinos dejando al descubierto la testimonial plaqueta.

El padre Sirera bendijo a continuación el palenque histórico y se inició el paseo gaucho de a caballo encabezado por los abanderados (banderas nacional, de la ciudad y de Mataderos) seguidos por quienes portaban los estandartes de los grupos que participaron del desfile (Federación Gaucha Porteña, El Fortín, El Lazo, El Rodeo, Centro del Gaucho El Resero, Etc.) y por más de cien jinetes con sus mejores ropas en caballos a cual mejor emprendado, varias jóvenes amazonas, una jardinera, algunos sulkys, unas cuantas amansadoras y automóviles de colección, que cerraban la marcha de una caravana que partiendo del casco histórico recorrió la Avenida de los Corrales hasta Saladillo, siguió por esta hasta Rodó por la que dobló hacia Lisandro de la Torre, retornando por esa avenida al punto de partida.

Celia Rocha y Maruja Gómez se encargaron de la locución debiendo suspenderse, por cuestiones técnicas, las programadas actuaciones de Abel Falcón, de Enrique Barrionuevo “el Reserito de Mataderos, de María Amelia Parra y de los alumnos de la Escuela Nacional de Danzas; el contratiempo, sin embargo no alcanzó para opacar la fiesta.

La tradicional corrida de sortija, denominada “Del Bicentenario”, disputada en su inicio a dos arcos, fue el digno broche de una jornada memorable, como asimismo el primer premio, “la sortija de plata”, que se entregó al ganador sobre el filo de las 18.00 horas.

Hubo, a pesar del frío, una buena cantidad de público, mucha gente emocionada y los colaboradores de siempre; un evento para repetir, cuando alguna circunstancia lo amerite.

miércoles, 9 de junio de 2010

Estatuas ecuestres de la ciudad de Buenos Aires

“Stare” es una voz latina que significa estar firme, de ella deriva “statua” que determinó el origen de la palabra española estatua. El diccionario de la Real Academia de la Lengua define al objeto que con ella se designa como “...obra de escultura labrada a imitación del natural...”. Ecuestre también proviene de la lengua del Lacio de la que el término “equus” se traduce a nuestro idioma como caballo. Se llama entonces estatua ecuestre a la representación artística en la que la figura humana aparece representada montando o puesta a caballo.

El más antiguo monumento con las características apuntadas que se conserva en el mundo, es el del emperador Marco Aurelio (121-180) que realizado en bronce dorado campeó durante varios siglos en la Plaza del Capitolio de Roma; desde el año 1981 la obra original se halla en el interior del “Palazzo Nuovo”, tratándose de una réplica la que ocupa su lugar en el mencionado espacio público.

Obras incluidas en esta categoría son fáciles de hallar en casi todas las ciudades del mundo aunque algunas, evidentemente, más famosas que otras han logrado que su imagen recorriera el orbe. Demás está decir que la del depuesto presidente iraquí Saddam Hussein derribada y destruida por las tropas de ocupación de su país obtuvo las primeras planas de casi todos los diarios de nuestro globalizado planeta. Lo mismo ocurrió, si bien menos violentamente pero con idéntica difusión a pesar de las disímiles circunstancias que provocaron su cuestionado desahucio, con la del generalísimo Francisco Franco, subrepticiamente retirada durante la madrugada del 18 de marzo de 2005 de la madrileña plaza San Juan de la Cruz, en la que había permanecido emplazada durante casi cincuenta años y que hoy descansa, incólume, en un depósito del ayuntamiento de aquella corte y villa de España.

Aparecen actualmente en la web dos o tres páginas en las que se afirma que de acuerdo con la forma como se halle representado el caballo en el conjunto se estaría indicando la causa o la forma en la que murió el jinete. Se asevera en alguna de ellas que si ambas manos de la cabalgadura están alzadas, quien lo monta habría muerto en combate. Si en cambio la figura del equino aparece con una mano levantada y la otra apoyada en el suelo, el personaje habría fallecido como consecuencia de las heridas recibidas en la pelea pero no durante su desarrollo y, finalmente, si la estampa del animal se muestra con las dos manos y las dos patas sostenidas sobre el basamento la personalidad homenajeada habría expirado de muerte natural.

La infinidad de representaciones artísticas que contradicen estas afirmaciones son muchísimas; las de nuestro país, casi todas. No resulta sencillo por lo tanto sostener estas manifestaciones. Si existiera algún encuadre de este tipo sería propio de cada escultor. Un artista difícilmente aceptaría alguna limitación a su inspiración creativa.

Si como quedó dicho tomamos a la estatua ecuestre de Marco Aurelio, cuyo caballo tiene una mano levantada, como la más antigua de su tipo y al modelo italiano de Gian L. Bernini como al que sigue toda la estatuaria occidental de esta categoría, debemos convenir que las pautas comentadas no existen. El mencionado emperador romano murió a fines del siglo II de nuestra era víctima de una epidemia y no como consecuencia de heridas de guerra.

La ciudad de Buenos Aires, sin duda la urbe sudamericana que cuenta con más características arquitectónicas europeas entre sus pares, tiene ubicadas en diferentes parques, plazas y plazoletas dieciséis estatuas ecuestres, una de ellas de bastante reciente factura, que homenajean a distintas personalidades de la historia. Casi todas concebidas con un patrón común: movimiento aparente en la representación del personaje, el resero no; no es un gesto imperativo el que lo caracteriza sino, por lo contrario, la parsimoniosa actitud de la figura; y la búsqueda de realismo a través de la expresividad de la forma humana, característica esta con la que sí cuentan los otros monumentos. Otra de las que integran el grupo mencionado por razones que ya se verán no debe ser incluida entre ellas, aquí figura sólo para demostrar tal aseveración.

Resulta por lo menos curioso que nuestra Capital Federal cuente con más obras de este tipo que Madrid, en la que existen catorce; o que Roma, en la que incluyendo a las cuatro que adornan las esquinas del “Palazzo della Civitá”, hay solamente siete.

La más antigua como no podía ser de otro modo es la inaugurada el 13 de julio de 1862 en el entonces denominado Campo de Marte, hoy Plaza San Martín, en aras de la memoria del Libertador. Su autor fue el escultor francés Louis Daumas y su basamento y el entorno fueron modificados por el artista alemán residente en Buenos Aires Gustav Eberlein a quien también se deben los monumentos que recuerdan a Juan de Garay, a Juan J. Castelli y a Nicolás Rodríguez Peña.

La del general Manuel Belgrano es la que sigue a la anterior en orden cronológico cuando de inauguraciones se trata. Se halla desde el 24 de septiembre de 1873 en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno; fue realizada por el escultor galo Albert Carrieu Bellense con la colaboración del argentino Manuel de Santa Coloma, quien tuvo a su cargo la realización del caballo de la imagen. El primero de los nombrados es autor también del mausoleo que guarda los restos del general San Martín en la Catedral de Buenos Aires.

El 18 de septiembre de 1918 se inauguró el monumento que evoca al general Bernardo O’Higgins en la plaza República de Chile (Av. del Libertador y Tagle). Fue realizado por el escultor trasandino Guillermo Córdova Maza quien firmó su obra como Gino Córdova.

La talla que memora al coronel Manuel Dorrego, obra del prestigioso artista argentino Rogelio Yrurtia fue habilitada el 24 de julio de 1926 en la esquina de Viamonte y Suipacha. Si bien fue retirada de ese lugar durante la década de 1990 dado que allí la entonces intendencia municipal pretendía construir un “shopping”, fue devuelta a su ubicación original al impedir, la cercanía de las napas, la concreción de un cuestionado proyecto edilicio-comercial.

Una similar historia errabunda, si es que pueden tenerla las estatuas, corrió la obra “El Aborigen” de Hernán Cullen Ayerza concluida en 1910 fue recibida con carácter de donación por la ciudad. Ubicada en el año 1912 en la plaza Once de Septiembre fue retirada de allí e instalada en la plaza Garay, el 14 de junio de 1928. El 3 de noviembre de 1959 fue trasladada para su reparación al taller de la recientemente creada dependencia municipal encargada del registro, reparación y control de las fuentes, de los monumentos y de las obras de arte de propiedad de la entonces Intendencia Municipal. Concretada la refección permaneció en depósito hasta que fue colocada en la plaza España, el 4 de noviembre de 1961. Allí permanece exhibiendo la amenazadora figura de un indígena montando un fiero y brioso caballo pampa parado de manos.

Si la importancia de los hombres en la historia estuviera representada por el tamaño del monumento que los recuerda, los dos primeros personajes sin duda de incomparable trascendencia, quedarían empequeñecidos por la magnitud del que evoca a Giuseppe Garibaldi, quien poseyó, inexplicablemente, una estatua en nuestra ciudad mucho antes que, por ejemplo, los integrantes de la Primera Junta de Gobierno Patrio tuvieran la suya. La interpretación de esta incongruencia excede el motivo de este libro, dada la escasa y discutible participación que le cupo en nuestro pasado a quien tanto hizo por la unidad de su patria. En verdad se trata de una donación de los residentes italianos inaugurada el 16 de junio de 1904. Lo cierto es que su autor fue el escultor peninsular Eugenio Maccagnani y la artística representación realizada en Roma campea, soberbia, sobre su imponente pedestal en medio de la Plaza Italia.

El monumento al general Carlos de Alvear está considerado como la obra maestra del escultor, pintor y dibujante francés Antoine Bourdelle, discípulo de August Rodín. Fue descubierta en forma oficial el 16 de octubre de 1926 mientras ejercía la Presidencia de la Nación su nieto, el doctor Marcelo T. de Alvear, de otro modo tal vez jamás hubiera gozado de semejante homenaje de la posteridad. Es, según autorizadas opiniones, el de mayor valor artístico en su estilo.

El bronce erigido en memoria de Simón Bolívar emplazado en el Parque Rivadavia del barrio de Caballito, fue efectuado por José Fiorabanti. Es monumental y se halla en el centro mismo de ese paseo como sin duda alguna le hubiera gustado al libertador de media América, allí está desde el 28 de octubre de 1942.

El conjunto que contiene a la escultura erigida en memoria del general Bartolomé Mitre fue realizado por los artífices italianos Davide Calandra y Edoardo Rubino. Fue inaugurado el 8 de julio de 1927 en la plaza que lleva el nombre del polifacético patricio en Austria y Agüero.

La hechura dedicada al general Julio A. Roca, por otra parte, se debe al escoplo del acreditado creador uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín y se encuentra situada a pocos metros del edificio de la Legislatura de la ciudad, frente a la llamada “Manzana de las Luces” dentro del casco histórico de la capital de la República. Fue habilitada el 19 de octubre de 1941.

La estatua que evoca al general Justo José de Urquiza sobre su caballo, que se erige en la intersección de las avenidas Sarmiento y Figueroa Alcorta, fue efectuada por los maestros Vicenzo Baldi, italiano, y Héctor Rocha, argentino e inaugurada el 11 de abril de 1958. Sin juzgar la calidad artística de la obra que para cualquier neófito resulta a simple vista magnífica, debe destacarse como verdadera curiosidad que los autores omitieron representar la
cincha, elemento que fija la silla de montar a la cabalgadura, sin la cual, por otra parte, sería imposible mantenerla sujeta y firme al lomo del equino.

El monumento al Cid Campeador, único bronce estatuario ecuestre de Buenos Aires realizado por una mujer, la estadounidense Ana Vaughn Hyatt Huntington, fue inaugurado el 13 de octubre de 1935 y luego desplazado a unos pocos metros de su ubicación original para dar lugar al nuevo trazado de algunas avenidas y a la construcción de otras que en él confluyen. Se halla situado sobre una pequeña plazoleta ubicada en la intersección de Gaona, San Martín, Honorio Pueyrredón, Díaz Vélez y Ángel Gallardo. Huntington es también la autora de la estatua de don Rodrigo Díaz de Vivar que se halla en la ciudad de Sevilla.

Las tres más modernas, son las que memoran a San Martín de Tours, al general don Martín Miguel de Güemes, obra del escultor argentino de origen italiano Ermando Bucci, inaugurada el 22 de marzo de 1981 en el Parque de San Benito (Av Figueroa Alcorta y La pampa) y la del brigadier general don Juan Manuel de Rosas, habilitada el 8 de noviembre de 1999 en la plaza Intendente Seeber (avenidas Sarmiento y del Libertador). Esta última se halla orientada hacia el sitio en el que se encontraba la famosa residencia del ilustre “Restaurador de las Leyes y Capitán General” de la provincia de Buenos Aires. Su creador fue el artista argentino Ricardo Dalla Lasta. Llama la atención que por haber sido encargada su realización por el Poder Ejecutivo Nacional sin ninguna otra tramitación anterior ni posterior, este monumento no figura en el registro patrimonial de la porteña Dirección General de Espacios Verdes, Fuentes y Monumentos.

San Martín de Tours tiene en la ciudad de la que es patrono, una pequeña estatua ecuestre ubicada desde el 24 de marzo de 1981 en la plaza que también lleva su nombre en la intersección de las avenidas del Libertador y Alvear. Se trata de un bronce fundido con la técnica de la cera pulida que representa al santo en la famosa escena de su entrada a la ciudad de Amiens, cuando al encontrarse con un pobre hombre que temblando de frío pedía caridad, partió su capa en dos y le entregó una de las mitades. Su autor es el ya mencionado artista Ermando Bucci.

Tal como se expuso al comienzo hay una obra que no debe ser considerada dentro de la misma categoría de los monumentos analizados, se trata de la estatua dedicada a “don Quijote”.

El martes 16 de diciembre de 1980 fueron habilitadas las autopistas “25 de mayo” y “Perito Moreno”, ese día pudo circularse en automóvil por ellas sin pagar peaje, el que se había fijado en la suma de cuatro mil pesos, condición “sine qua non” para poder hacer uso de ellas a partir del día siguiente. La inauguración formaba parte de los festejos que se llevaron a cabo ese año para conmemorar el cuarto centenario de la fundación de la ciudad de Buenos Aires. Las obras que habían comenzado en 1978 con la demolición de numerosos inmuebles expropiados, a pesar de que sus titulares fueron resarcidos por el en aquella época municipio con sumas adecuadas al valor de sus propiedades, fueron llevadas a cabo por un consorcio de capitales españoles que conformaron Autopistas Urbanas S.A.

La mencionada empresa donó a la ciudad de Buenos Aires la estatua del Caballero de La Mancha, obra que fue inaugurada el 13 de junio de 1980, dos días después de cumplido el referido aniversario en el transcurso de una ceremonia que contó con la presencia de S.M. doña Sofía de Grecia, Reina de España.

Se trata de una pieza bastante extraña, muy discutida cuando fue emplazada y que recibió críticas furibundas en el momento de su inauguración, tantas como las que generaron oportunamente las propias autopistas. El famoso Rocinante aparece trunco, sólo la cabeza, el pescuezo y las manos se hallan representados y su jinete en una poco ortodoxa posición no está sobre él sino sentado en una saliente de lo que podría asemejarse a una especie de iceberg que le da fondo al grupo artístico, en él apoya el personaje una de sus hidalgas piernas mientras que la otra parece flamear. El novelesco origen del héroe y del jamelgo bien podría ser una razón más que suficiente, si nos remitimos puntualmente a la definición de estatua, para no incluirla entre las mencionadas. Por otra parte para calificarla de ecuestre y siguiendo al diccionario el jinete debería estar representado literalmente sobre el caballo, en este caso no lo está, y el equino aparecer en forma completa, lo que tampoco ocurre. Amén del tiempo transcurrido desde su inauguración, la opinión general sigue inclinándose por destacar la fealdad e intrascendencia de este conjunto escultórico que, definitivamente no es ecuestre. Se trata de una alegoría en la que aparece un hombre y parte de un caballo. Se la puede apreciar en la plaza ubicada en la intersección de la avenida de Mayo y Lima, fue realizada en la ciudad de Montevideo y su autor es el escultor español Aurelio Teno.

Por lo expuesto, convengamos que no se trata de una estatua ecuestre y por consiguiente no debe de ser contada entre las dieciséis de tal característica erigidas en Buenos Aires. Al igual que lo que ocurre con la que memora a Rosas tampoco existe constancia de ella en la nómina de monumentos u obras de arte de propiedad de la ciudad.

Deliberadamente dejé para el final la mención de la estatua “El Resero”, es la única entre las de su condición que está dedicada a un desconocido y humilde trabajador rural. Goza este por lo tanto de un monumento entre los de otros hombres a los que les cupo importantes actuaciones pretéritas o incomparables protagonismos. El gaucho que el resero representa colaboró con ellos, también es parte de la historia, simboliza a quienes desde el anonimato construyeron el país, forjaron un porvenir que tal vez imaginaron grande y engendraron una Patria hecha de a caballo.

“El Resero” mantiene, eso sí, un rasgo peculiar que amén de su sencillez la hace distinta a todas las demás; es la única cuyo caballo es un pasuco, un animal de sobrepaso a los que también se los denomina andadores, ambladores, charandelas, de paso largo o tartamudos. Su autor fue el escultor argentino Emilio Jacinto Sarniguet quien la concluyó en 1932. El 25 de mayo de 1934 fue emplazada en la intersección de las actuales avenidas Lisandro de la Torre y de los Corrales, antes denominadas Tellier y Chicago respectivamente.

  • Falco, Orlando W., "El Resero, la historia de una estatua", Buenos Aires, El Escriba, 2006.
owfalco@yahoo.com.ar





sábado, 29 de mayo de 2010

Museo Criollo de los Corrales


El Museo Criollo de los Corrales es un espacio abierto a la cultura, a la difusión del arte en todas sus manifestaciones y, ciertamente, un ámbito en el que no sólo se exhiben testimonios históricos relacionados con la actividad rural y con el hombre de campo que la realizaba sino que también intenta ser una referencia para quienes quieran indagar en la historia del barrio de Mataderos, tan vinculada con ese pretérito que sigue siendo presente en su devenir cotidiano.
Esta casa, creada como un lugar tradicionalista por inspiración del doctor José A. Almada, fue inaugurada el 9 de julio de 1964 y continuada en su finalidad con el trabajo invalorable de quienes supieron hacerla prosperar sin perder el rumbo trazado en sus inicios. Hugo Corradi, el coronel (R) Expedicionario al Desierto D. Emilio Ramos Marrero y el siempre recordado Esteban Breglia inscribieron sus nombres con letras indelebles en el alma gaucha del museo.
Cuenta con seis salas en las que se exhiben prendas típicas del gaucho, uniformes militares, aperos, lazos, boleadoras, lanzas y maneas. Se destacan entre los objetos expuestos la carreta "La Corralera", un sulky, el antiguo maniquí de un caballo emprendado con la sencillez que lo hacía el criollo y ricos aperos enchapados.
En la llamada "Vitrina Policial" pueden apreciarse antiguos uniformes, ya que entre los años 1900 y 1933 funcionó en el solar que ocupa el museo la entonces Comisaría 42ª de la Policía de la Capital.
Armas y utensilios de uso en el Buenos Aires del ayer; animales embalsamados propios de la región gaucha, mates y arados de mancera son parte de los más de tres mil objetos que integran el patrimonio del museo.

Uno de los espacios, dedicado a la obra de Florencio Molina Campos, permite al visitante reconocer la valía de este conocido dibujante y apreciar en toda su dimensión una colección de sus famosos almanaques. En una galería que lleva su nombre, pueden verse numerosas serigrafías que muestran una parte de la importante obra de Eleodoro Marenco.


La pulpería, la capilla, la caballeriza y el patio del aljibe y la glicina completan un recorrido imperdible dentro un edificio declarado Monumento Histórico Nacional.





Museo Criollo de los Corrales

Av. de los Corrales 6436 (1440) Cap. Fed.

Director: Prof. Orlando W. Falco - owfalco@yahoo.com.ar





Abierto al público domingos y feriados de 12.00 a 19.00 Hs.


Visitas guiadas para escuelas e instituciones, concertadas previamente, de lunes a viernes a las 10.00 y a las 14.00 Hs.


Tel. 4687-1949


El Resero




"El Gaucho Resero", obra del escultor argentino Emilio Jacinto Sarniguet (1888-1943), es la única estatua de su tipo erigida en Buenos Aires para homenajear, no a un prócer ni a una encumbrada personalidad; no se trata de un tributo a un paladín ni a un general victorioso, sino al humilde arreador de reses y a su inseparable compañero, el caballo criollo.
El paso del tiempo ha sepultado al artista en una inmerecida desmemoria y sumergido a esta emblemática realización en un verdadero mar de versiones erróneas.
La confusión ganó espacio en detrimento de la verdadera historia de este singular monumento emplazado en el casco histórico del barrio de Mataderos.
Una vez tomados los primeros apuntes en "El Cardal, Sarniguet confeccionó los bocetos iniciales. Realizó luego el esqueleto de madera sobre el que modelo la arcilla, con la que fue redondeando las formas del armazón. Sobre él, hizo a posteriori el patrón de yeso de la estatua; último paso previo a la preparación de los moldes. Finalmente, sólo le restaba vaciar el bronce para darle forma definitiva al monumento.
El acrisolado de "El Resero", concebido mediante la técnica italiana de bronce hueco impuesta por Bernini, al igual que "Yaguareté" y algunas otras obras del escultor, se realizó en la fundición de "Radaelli y Gemelli", entonces ubicada en Juncal y José E. Uriburu, en pleno Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires. En la base de bronce que forma parte de la estatua puede verse claramente la firma del escultor, como así también el año de su factura (...).
A mediados de 1932 la obra ya estaba terminada y el trabajo dejó conformes tanto a su autor como al municipio que le había encargado la tarea. No obstante, Sarniguet le pidió a sus conocidos, algunos vinculados con el arte como él, otros entendidos hombres de campo, que la juzgaran y le transmitieran sus opiniones. Al verla don Manuel Güiraldes, padre de Ricardo, expresidente de la Sociedad Rural Argentina e importante hacendado bonaerense, quedó francamente admirado y valoró con emotiva sensibilidad una obra a la que consideró excelentemente lograda.
El suyo no era un juicio más, era el parecer de un experto, no sólo en caballos, premdas y aperos criollos, sino también el de un conocedor de arte que supo apreciar la espléndida calidad de la obra (...). Güiraldes llegó a emocionarse, honrado por el calificado criterio y muy reconocido por los elogios, Sarniguet tomó un escoplo y cinceló la tradicional marca de este renombrado hacendado bonaerense en el muslo izquierdo del caballo de la estatua, "del lado de montar" que era la parte del cuerpo del animal en la que se las estampaba, transformando a su obra desde ese preciso momento en la única estatua ecuestre de Buenos Aires y seguramente del país, cuyo parejero tenía grabado un signo de propiedad. Digo tenía no porque la seña hubiese desaparecido borrada por el tiempo, sino porque el caballo del último monumento de ese tipo inaugurado en Buenos Aires, el del brigadier general don Juan Manuel de Rosas, cuenta con la más famosa de las marcas de ganado que poseyó el Restaurador, una cruz griega con un círculo en cada uno de sus cuatro extremos.
Las estatua tiene características muy precisas y respeta puntillosamente tanto la vestimenta del jinete como el emprendado del caballo (...) Es además entre las varias representaciones ecuestres que hay en Buenos Aires en la que mejor y más claramente puede apreciarse el apero criollo bonaerense (...).
Las prendas del animal aparecen sencillas, casi rudimentarias pero muy prolijas y típicamente porteñas (...).
A fines de 1932 la obra fue emplazada provisionalmente frente a la Dirección Nacional de Bellas Artes en Posadas 1725, lugar en el que desde 1911 se realizaba el "Salón Nacional". El motivo era exponerla en la entrada de esa importantísima muestra que reunía y que aún hoy convoca a los más importantes artistas. El tamaño y el peso de la obra había hecho imposible exhibirla en el i8nterior del local. En esa ubicación se le tomaron dos fotografías que confundieron a varios historiadores (...).
Lo cierto es que en la vereda y sobre un transitorio pedestal, la obra permaneció durante más de un año y medio en exhibición hasta que fue ubicada en el lugar en el que hoy se halla.
Oportunamente lo aclaró Sarniguet a la revista Sintonía (...) "...ocasionalmente está en el aristocrático barrio (...) ya que su definitiva ubicación será en los Mataderos Municipales y Frigorífico Modelo por ser el destino para el que fue encargada..."
(...) José León Pagano, famoso crítico de arte, dijo con respecto a esta obra "...Con Gaucho Resero, alcamzó Emilio J. Sarniguet su obra máxima. Aún después de su consecución, aludía Sarniguet a ello con temeroso encogimiento, duda en verdad honrosa, reveladora de autocrítica poco habitual en nuestro medio (...) He aquí lo importante: la obra está realizada con innegable sentido unitario. El caballo tiene vigor plástico en su objetividad representativa, normas no siempre adoptadas en los grupos ecuestres nacionales. El pingo de este resero reúne, por el contrario, las características del caballo criollo captadas por Sarniguet con evidente justeza. Si por un lado ello reduce la monumentalidad del grupo ecuestre, por el otro atiende a su carácter representativo. Esto importaba. Dígase lo propio del jinete. No cabe confundirlo con el poblador de regiones indeterminadas. Con el resero vemos su ambiente, el de nuestras llanuras cuya vasta quietud pone tenso el espíritu en el mirar distante del gaucho...".
  • Falco, Orlando W., "El Resero, la historia de una estatua", El Escriba, Buenos Aires, 2006. owfalco@yahoo.com.ar